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Existen lugares privilegiados en el mundo, congelados en el tiempo. El silencio te cubre el cerebro y la meditación se vuelve una estupidez completamente innecesaria. Aquí en Couzada, la conciencia de ser uno con el Todo es inmediata. Nada de flor de loto ni incienso. Nada de OM. Esas son herramientas para la ciudad. Aquí el verde lo cubre todo y los frutos, de colores vivos de verdad y sabores divinos de verdad, crecen en proporciones inimaginables para cualquier citadino. Gobierna el territorio un silencio obeso apenas desnutrido por sonidos en perfecta armonía con el sitio. El 'cucú' de un pajarito campirano, un 'tolón' de vaca gallega o un 'OEE' de algún vecino de frente sabia y manos grandes. -Tienes que disfrutar de lo de allá (la ciudad), que lo de acá fácil se aprende y no te da para vivir--, dice Doña Julia de frente sabia y manos grandes, indiferente a la riqueza que posee. No conoce los términos orgánico ni biológico, inventos modernos. Yo recojo pimientos y tomates con mi abuela en meditación empírica y automática. No controlo mi respiración, no recito mantrams. Me siento en nirvana.
Nuestro camino está de cierta forma condicionado por los sueños de nuestros padres. El clásico e inevitable "que tenga lo que a mí me faltó". Lo mágico del asunto es que hoy mismo anhelo lo que a mis padres les sobró y me aburro de lo que ellos carecieron. En definitiva, el camino es personal e intransferible. Y lo verde es lo de hoy.
-- Desde Armoise iPimpad
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